13/6/12

Estación vivo



 Nunca pensé que te fueras a asustar de esa manera. Quedaste fría y tiesa y no volviste a pronunciar palabra.

Aunque todos creyeron que se trató de un espanto, sé que fue mi culpa. Sabía que le tenías terror y que me habías dicho que nunca se me fuera a ocurrir, y todas esas cosas, y aún así fui malvada y te hice esto.

La verdad pensé que te lo tenías merecido luego de haberme castigado por perder tu argolla de matrimonio, que igual no te debió importar ni cinco luego que que papá se fuera a vivir con la mamá de mi vecina Ana (a quien por cierto también me falta darle un buen susto). Pero bueno, ni la ausencia ni la evidencia te permitió superarlo.

Pero lo que vino después lo imaginé aún menos. En la velación, cuatro horas después de iniciada la velación, cuando cerraron tu féretro diminuto para llevarlo al fuego, escuché como aruñabas la madera, desesperada, tan asustada como la vez que te quedaste tiesa, pero nadie me creía mientras te lloraban y lloraban, mientras gritabas desesperada y partías tus uñas contra lo imposible. 

Nunca nadie me creyó, como todavía nadie me cree que te escucho rasguñar las tablas de mi cama en las noches, mientras me llamas para estar contigo, para castigarme por lo que hice.

En todo caso antes de atender tu llamado me falta papá. Él será más difícil, pero de todas las cosas que intentaste para que estuviéramos juntos, estoy seguro que esta sí funcionará. Ya me lo agradecerás, créeme. 

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